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De Vere y Herri Gardens

SAN SEBASTIAN

                  

                    

                      Al leer una crítica de “Confesiones de una máscara” de Mishima, los recuerdos de la obra se agolpan, los más vívidos tienen que ver con la eclosión adolescente y con fuerza avasalladora, de una sexualidad que está marcada por la atracción hacia lo viril  y la erotización del dolor. Si, etimológicamente, masturbar es un acto puramente masculino,- en el diccionario de Cejador dice: mas: mâs, maris, macho; originariamente penis, mas-turbare, mas-carpere turbar o agitar y coger el mas.-en este caso, se añade una especie de apoteosis de la virilidad como objeto sexual.

                  

                   “Y de pronto apareció ante mi vista, en un ángulo de la página siguiente, un cuadro que me causó la impresión ineludible de que había estado allí, esperándome, para que yo lo viera. Era una reproducción del San Sebastián de Guido Reni que se encuentra en la colección del Palazzo Rosso de Génova.
                    El tronco del árbol negro y levemente inclinado de la ejecución destacaba sobre un fondo a lo Tiziano, formado por un bosque melancólico y un cielo sombrío y distante. Un joven de notable belleza estaba, desnudo, atado al tronco del árbol. Tenía las manos cruzadas en alto, por encima de la cabeza, y las cuerdas que le ceñían las muñecas estaban a su vez atadas al árbol. No se veían más ligaduras, y sólo paliaba la desnudez del joven un burdo paño blanco, anudado flojamente a la altura de la ingle.
                    Supuse que se trataba de la representación del martirio de un cristiano. Pero como la obra se debía a un pintor de la escuela ecléctica del Renacimiento, incluso la pintura de la muerte de un santo cristiano desprendía una viva impresión de cultura pagana. En el cuerpo del joven -que recordaba el de Antínoo, el amado de Adriano, cuya belleza tantas veces ha inmortalizado la escultura- no se veían rastros del duro vivir o de la decrepitud que se ven en tantas representaciones de santos. Contrariamente, en aquel cuerpo sólo había juventud primaveral, luz, belleza y placer.
                    Su desnudez blanca e incomparable resplandece sobre el fondo crepuscular. Sus brazos musculosos de guardia pretoriano acostumbrados a tensar el arco y a blandir la espada están alzados en ángulo gracioso y sus muñecas atadas se cruzan inmediatamente encima de la cabeza. Tiene la cabeza levemente alzada y los ojos abiertos de par en par, contemplando con calma profunda la gloria de los cielos. No es dolor lo que emana de su pecho lampiño, de su abdomen tenso, de sus caderas levemente inclinadas, sino una llama de melancólico placer, como el que produce la música. Si no fuera por las flechas con la punta profundamente hundida en el pectoral izquierdo y en el costado derecho, parecería un atleta romano descansando de su fatiga, apoyado en un árbol oscuro de un jardín.
                   Las flechas se han hundido en la carne tersa, fragante y juvenil, y pronto consumirán el cuerpo, desde adentro, con llamas de supremo dolor y éxtasis. Pero la sangre no mana, y ni siquiera están las innumerables flechas que se ven en otras representaciones del martirio de San Sebastián. Esas dos flechas solitarias proyectan sus calmas y gráciles sombras en la suavidad de su piel, como las de una rama en una escalinata de mármol.”

5 comentarios

hansi fuchs toorez -

bueno solo puedo opinar que muchos pintaran asu concepcion el hombre iluminado por la gracia la templanza que Dios le dio al morir por la cristiandad ya que lo que muere es lo fisico no el alma que es eterna osea mataron solo el vehiculo de carne pero no al eternidad del ser que es eterna su alma la verdadera vida .. como dije en mi libro ,,,,,,,
LOS OJOS DEL MAESTRO,,2007. EL AMOR ES LA FUENTE DE LA ETERNIDAD.. GRACIAS ATTE HANSI FUCHS T..Hansifuchs7@hotmail.com

Vere -

Gracias a los tres, como es la marca de la casa, son mejores los comentarios que el post; en todo caso un flexible madero para lanzarnos a los placeres de la rememoración. No creais que esto termina aquí, ya sabeis que con uno no solemos tener suficiente.

ladydark -

Despues del paseo joyceano, retoman los naúfragos la literatura de la mano de un atormentado "genio". Descubrí a Mishima, como a casi todos los autores que forman parte de mi olimpo literario, de la mano de mi madre. Eso quiere decir que antes de leer una sóla de sus novelas sabía, a grandes rasgos, su vida y, algo primordial en Yukio, su muerte. Recuerdo la primera novela que leí "Muerte en el estío y otros cuentos", de allí uno de los cuentos "El sacerdote y su amor" me impactó subitamente, no se parecía a nada de lo que había pasado por mis manos antes. Supongo, con la perspectiva del tiempo, que en ese momento había conocido "otra manera" de ver y sentir las cosas, en cierto modo descubría, sutilmente, la diferencia entre Occidente y Oriente. A partir de entonces Mishima fue uno más de esos dioses profanos personales, una mezcla de Ares vengador y dulce Eros. No me ha decepcionado nunca, en "El pabellón de oro" destila el mismo hechizo bajo el que sucumbe el monje, la perfección y la belleza unidas bajo el manto de la destrucción como única vía de salida, en estas confesiones que traeis a la primera página de vuestro cuaderno, como la primera eyaculación del adolescente ante el San Sebastián, donde aparece esa máscara en su título tan querida al teatral Yukio. Ingeniosamente escogida la obra y el fragmento, porque aqui se conjugan todos los demonios de Mishima el sexo, el dolor, el amor y la muerte. Y no puedo dejar de recordar, aquí entre naúfragos, islas y marinos, "El marino que perdió la gracia del mar", con ese marino que desilusionado, cae en los brazos de una mujer con una vida aletargada y con un hijo, Noboru, que jugará un papel primordial.
Corto mi extenso rollo mishimita con un pequeño recuerdo para otro escritor japonés que me ha hecho disfrutar de grandes placeres, Yasunari Kawabata, amigo de Mishima, y dotado de una espectacular sensibilidad que traspasa todas sus novelas.
Lo dejo, teneis el extraño don de tocar mis fibras literarias más personales, o tal vez es que nos parezcamos tanto que a veces da miedo jajajaja.

Vailima -

La verdad es que el San Sebastián de Reni es uno de los más bellos mártires que he visto al igual que todos los personajes de otras obras suyas a los que la ancianidad no haya llegado. La sexualidad que proyecta es provocadora y no deja de tener un punto de tiranía su mirada. Una tiranía con la que sólo la juventud sabe contemplar el mundo.
Una magnífica obra para un texto hermoso también.
un abrazo

Charles de Batz -

De Yukio tengo el recuerdo de haberlo leído por primera vez en forma de Pabellón Dorado, y terminarlo en unas circunstancias tales, que su evocación despierta en mi una suave nostalgia, tan agradable que no he querido volver a leer nada más de él por conservar impoluta esa maravillosa sensación.