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De Vere y Herri Gardens

FAC

FAC V. y H. recorren ahora los pantanos salados del Croisic donde los paludiers cosechan las flores de sal, sus arenosas soledades interrumpidas sólo por el viejo pero verde y lustroso boj que crece en el peñasco. Llevan unos días vagando por allí mientras contemplan como se desarrolla el triangulo amoroso entre Calyste, el bello y enternecedor vástago de la vetusta nobleza de la bien amurallada Guerande y las dos mujeres que habitan Les Touches, su dueña, la culta e inteligente Camille Moupin (trasunto de George Sand) que había deslumbrado al joven hidalgo pueblerino, y la vacua, mundana y rubia Beatrix, de seductores rizos y lánguida mirada.

   

   V. valora en la novela sobre todo la descripción de la cerrada y austera familia Du Guenic –parientes de ese Du Glesquin tan nombrado en la historia de España.   

   H. detalla a su amigo en actitud extática el certero retrato del adusto padre del deseado jovenzuelo:

  

   “Era Monsieur du Guenic un anciano de alta talla, tieso, seco, nervioso y flaco. Surcaban su rostro ovalado miles de arruguillas que formaban franjas arqueadas por encima de sus carrillos y sus cejas y le daban a su cara un cierto parecido con esos viejos que tanto han acariciado los pinceles de Van Ostade, Rembrant…..Estaba su faz como sepultada bajo aquellos numerosos surcos originados de su vida a la intemperie y la costumbre de otear el campo bajo el sol……”   “Los firmes contornos del rostro, el diseño de la frente, la seriedad de las líneas, la rigidez de la nariz, los trazos de la osamenta, que sólo pueden alterar las heridas, anunciaban una intrepidez sin cálculo, una fe sin límites, una obediencia sin discusión, una fidelidad sin transigencia, un amor sin inconstancia. El granito bretón se hiciera hombre en él. No tenía ya dientes el barón, sus labios, rojos en otro tiempo y ahora violáceos sin más sostén ya que las duras encías…..se le sumían en la boca, dibujando, no obstante, una mueca amenazante y fiera. Su barbilla tiraba a juntarse con la nariz; pero en aquella nariz acaballada resaltaban los indicios de su energía y su resistencia bretona. ……..La cara, apagada entonces parcialmente, vivía por el brillo de dos ojos negros que fulguraban en el fondo de sus oscuras cuencas y lanzaban los postreros destellos de un alma generosa y  leal. (….) La frente llamaba la atención por los tonos dorados en las sienes, que contrastaban con el oscuro de aquella pequeña frente dura y breve, que la caída del pelo dilatar lo bastante para imprimir todavía más majestad a aquella hermosa ruina. ….mostraba como todas las caras bretonas agrupadas en torno al barón, apariencias salvajes; una calma brutal parecida a la impasibilidad de los hurones; un no sé qué de estúpido, debido quizás al reposo absoluto que sigue a las fatigas excesivas y sólo deja aparecer entonces al animal. Raro era en ella el pensamiento. Parecía representar en aquella frente un esfuerzo; tenía su asiento más en el corazón que en la cabeza e iba a parar más al hecho que a la idea. Pero examinando a aquel anciano con atención sostenida, luego adivinabais los misterios de aquella oposición al espíritu de su siglo. Tenía religiones, sentimientos innatos, por decirlo así, que le dispensaban de pensar.”

  

   H. hubiera continuado recitando con su oscuro y gutural francés, pero V. lo rescata de su libresca levitación para hacerle volver al promontorio donde se va a representar el nudo dramático de la novela. –El despechado Calyste sigue al pie de la letra la terrible divisa que luce en el escudo familiar: -FAC- (actúa) y ante las calabazas que le da la fría y superficial Beatrix, incapaz de entender la profundidad de su entrega grita:

    "-Tu no serás nunca nada de nadie, dijo Calyste empujando a la marquesa (Beatriz) con frenética violencia.    Quería escuchar su caída antes de lanzarse tras ella; pero solo oyó un rumor sordo, el estridente desgarrón de una tela y el grave ruido de un cuerpo que cae a tierra. En lugar de despeñarse, la marquesa se había dado la vuelta sobre el boj; pero habría rodado hasta el mar si no se le hubiese enganchado allí la falda en un pincho, amortiguando al desgarrarse el peso del cuerpo en el boj...   Se inclinó Calyste a impulsos de una especie de feroz curiosidad, vio la situación de Beatriz y se estremeció; parecía ella rezar, creía morir, sentía el boj a punto de ceder. Con la súbita destreza que da el amor, con la sobrenatural agilidad que la juventud encuentra ante el peligro, se dejó resbalar desde nueve pies de altura, se asió a algunas asperezas hasta el rellano del roquedo, y pudo levantar a tiempo a Beatriz cogiéndola en sus brazos, con riesgo de caer ambos al mar. Al recogerla, ella había perdido el conocimiento; pero el joven podía creerla toda suya en aquel lecho aéreo, donde habían de estar largo rato solos, y su primer sentimiento fue un sentimiento de placer." 

  

   Lo que podría haber acabado en tragedia deviene en sainete y ambos ríen al imaginar la situación, el peligro pasa y vuelve en sí en brazos de Calyste con su frialdad trocada en encendido amor, siguiendo así el desaforado y misógino ideario balzaquiano o tal vez decimonónico.

3 comentarios

anarkasis -

se asoman al balcón y se caen, uno en brazos del otro,
y con la falda desgarrada
¡que jodios!
A mí me parece de sainete el argumento y de tragedia lo que les sucedería, tras... ese argumento.
Uno reclamando a la suegra del otro la caducidad de la mercancía y la suegra con un bastón de madera de boj amenazándolos:
- ¿que me vas a devolver el qué?

ladydark -

No sé hasta que punto es amor, en Balzac el amor es más bien pasión y deseo ¿no? Sobre todo si tiene correspondencia, no como en el caso de la pobre Eugenia con su amor puro y su sacrificio por ese amor. Fascinante Balzac, acabando con el romanticismo literario y dando el paso perfecto hacia el realismo, aunque el personalmente se pasara 18 años escribiendo cartas de amor a la Hanska y se casara con ella unos meses antes de morir... Totalmente romántico, vamos ;).
Esta no la he leido, me apunto la Beatriz, mi lista aumenta y aumenta...

Charles de Batz -

Sacad lustre queridos amigos a la oportunidad que tenéis pasénadoos por las puertas de La Guerande y haceros con un poco de su sal gruesa, que es para mi gusta la mas sabrosa que conozco.

Tomad un poco, y tendréis en vuestra boca la batientes aguas del Atlántico ondeando sobre si mismas, la lluvia intensan picando la espuma de sus olas, el viento aullando como un lobo que llama a su manada y el graznido de las gaviotas avisándonos la cercanía de la costa... Toda una experiencia que os recomiendo.

Si además la mezcláis con semillas y polvo -con perdón- de orégano, cardamomo, estragón, mostaza y cualquier otra especia que se os ofrezca, capitanearéis un jabeque rumbo a las misteriosas tierras de oriente.

!Que hambre me ha entrado!

Salud