EL GABAN DE MAIRENA
De vuelta de una de las expediciones de exploración que periódicamente realizaban por la isla, descienden a trompicones los náufragos por un áspero sendero que baja desde un picacho en la parte norte de la isla donde han estado oteando sus desiertos dominios. Pronto el paisaje cambia y entre las rocas, aparece una vegetación rica en helechos y equisetos gigantes que los cubre y hace difícil avanzar, se paran en un claro tapizado de hierba y sacan algunas provisiones, el ambiente es fresco y una fina neblina cubre el paisaje. H. se estremece y comenta que vendría bien algún abrigo, V. que está distraído con alguna sabandija, lo mira y dice: recuerdo algún gabán como el de Juan de Mairena.., H. asiente con resignación y se dispone a escuchar.
“Juan de Mairena usaba en los días más crudos del invierno un gabán bastante ramplón, que solía llamar la venganza catalana, porque era de esa tela, fabricada en Cataluña, que pesa mucho y abriga poco. La especialidad de este abrigo –decía Mairena a sus alumnos- consiste en que, cuando alguna vez se le cepilla para quitarle el polvo, le sale más polvo del que se le quita, ya porque sea su paño naturalmente ávido de materias terrosas y las haya absorbido en demasía, ya porque estas se encuentren originariamente complicadas con el tejido. Acaso también porque no sea yo ningún maestro en el manejo del cepillo. Lo cierto es que yo he meditado mucho sobre el problema de la conservación y aseo de este gabán y de otros semejantes, hasta imaginar una máquina extractora de polvo, mixta de cepillo y cantárida, que aplicar a los paños. Mi aparato fracasó lamentablemente por lo que suelen fracasar los inventos para remediar las cosas decididamente mal hechas: porque la adquisición de otras de mejor calidad es siempre de menor coste que los tales inventos. Además –todo hay que decirlo- mi aparato extractor extraía, en efecto, el polvo de la tela; pero la destruía al mismo tiempo, la hacía –literalmente- polvo.
Pero voy a lo que iba, señores. Con este gabán que uso y padezco alegorizo yo algo de lo que llamamos cultura, que a muchos pesa más que abriga y que, no obstante, celosamente quisiéramos defender de quienes, porque andan a cuerpo de ella, pensamos que pretenden arrebatárnosla. ¡Bah! Por mi parte, en cuanto poseedor de semejante indumento, no temo el atraco que me despoje de él, ni pienso que nadie me dispute el privilegio de usarlo hasta el fin de mis días.”
7 comentarios
ladydark -
Herri -
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/02104547/articulos/ALHI8686110247A.PDF
Herri -
ladydark -
Herri -
Ching Shih; bienllegada de nuevo a esta costa, interesante todo lo que dices. El hombre masa no existe, las masas humanas son una invención de la burguesía...Si os dirigís a las masas, el hombre, el cada hombre que os escuche no se sentirá aludido y necesariamente os volverá la espalda.
Ching Shih -
En efecto, la cultura vista desde fuera, como si dijéramos desde la ignorancia o, también, desde la pedantería, puede aparecer como un tesoro cuya posesión y custodia sean el privilegio de unos pocos; y el ansia de cultura que siente el pueblo, y que nosotros quisiéramos contribuir a aumentar en el pueblo, aparecería como la amenaza a un sagrado depósito Para nosotros defender, y difundir la cultura es una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de conciencia vigilante. ¿Cómo? Despertando al dormido Enseñad al que no sabe, despertad al dormido . Y como tampoco es el hombre para la cultura, sino la cultura para el hombre, para todos los hombres, para cada hombre, de ningún modo un fardo ingente para levantado en vilo por todos los hombres, de tal suerte que sólo el peso de la cultura pueda repartirse entre todos, si mañana un vendaval de cinismo, de elementalidad humana, sacude el árbol de la cultura y se lleva algo más que sus hojas secas, no os asustéis. Los árboles demasiado espesos, necesitan perder algunas ramas, en beneficio de sus frutos. Y a falta de una poda sabia y consciente, pudiera ser bueno el huracán.
ladydark -
Perfectas palabras para un hombre cuyo último verso, encontrado en el bolsillo de su gabán, tal vez parecido al de Mairena, fue:
"Estos días azules y este sol de la infancia."