MILON DE CROTONA (Y II)
Divagar sobre Milon nos lleva a recordar su representación más conocida, la escultura de Pierre Puget que se encuentra en el Louvre.
Recordamos como nos llamaba la atención entre la magnífica colección de escultura quizás por su dramatismo o tal vez por su puesta en escena que te hace partícipe de lo representado.
Tal vez su artificio choque con nuestro modo de ver las cosas, nos llamaba la atención la pequeñez del león en que Puget transfiguró a los lobos y la ridiculez del tocón que por contraste, hacen enorme al atleta; pero aquí el escultor, en la estela de Bernini consigue una apoteosis de la estética barroca. La torsión del cuerpo y de los paños que giran en una suerte de trágico baile y que crean unas complejas líneas de fuerza que vehiculan el espasmo de dolor y de fuerza impotente.
Que el barroco francés de la época de Luís XIV haya sido capaz de continuar con aparente fluidez los modelos clásicos –son patentes las huellas del grupo de Laocoonte- nos hacía pensar en que en España no se había mantenido esta continuidad, tal vez por nuestra histórica propensión al costumbrismo, quizás por la dificultad para tomarnos demasiado en serio la antigüedad clásica –Velázquez si pinta a Baco y compañía, pinta unos borrachos- y que tiene su correlato en la escritura (no hay Racines españoles).
Las divagaciones de nuestra ociosa existencia nos llevan hasta Juan Benet que escribió sobre las dificultades del Grand Style en nuestro país y lo que él llamaba “La entrada en la taberna”.
Sólo una frase hablando de ese instante que hemos creído encontrar en el Milon: “sucede siempre después del mejor momento, cuando la distancia al gusto y a la predilección populares ha pasado por un máximo. Puede ser el origen o el final de ese periodo que a veces se llama manierismo, anterior a la decadencia franca,..” y “Para hablar brevemente, este punto singular está definido –en un estilo que ha conocido la gloria- por una aproximación a las fuentes originales, por un acercamiento a las raices y gustos populares, incluso haciendo uso de aquellas sublimadas y sofisticadas invenciones que situadas en el cenit parecen tan alejadas de la expresión natural. En tal momento la epopeya, cansada tal vez de tanto héroe y tanto Olimpo, entra furtivamente en la taberna para descansar sus dilatadas pupilas con las medias luces de los interiores humildes, para volver a saborear los caldos plebeyos y regalar su oído, ensordecido por el toque de los clarines y el galope de los caballos, con las delicias de la lengua llana y los giros de la gente común”.
Arropados con el murmullo de la prosa benetiana, cerramos los fatigados ojos y dejamos el resto para otros días.
7 comentarios
Vere -
Charles el exiliado -
Herri -
Herri -
ladydark -
http://cvc.cervantes.es/actcult/museo_naval/sala2/navios/300/navios_26_an300_al170.jpg
Vailima -
Charles, muy apropiado el epíteto.
Charles el exiliado -
"En consecuencia -debieron pensar, cada cual por su lado--, si queremos preservar nuestros
más íntimos pensamientos e intenciones, hemos de seguir disfrazados para siempre, lo cual, si cada uno ha elegido con tino su disfraz, no cambiará nada las cosas."
¿Que ha hecho que termine escuchando a Tom Waits después de leeros?
Magnífico el cierre de vuestra anotación...