Bacon con tomate
A veces, también los náufragos vamos de exposiciones con la idea de quitarnos en lo posible el pelo de la dehesa y dejarnos sorprender por las maravillas culturales que ofrece la capital, en esta ocasión nos encontramos a Bacon y a Max Ernst. En la de Bacon -una serie de fogonazos que te hacen salir deslumbrado-, se nos hace presente la frase de Malraux: "El mundo del arte es la presencia en nuestra vida de lo que debería pertenecer a la muerte". Salimos pensando que lo más que le podemos pedir a un artista es que nos haga ver el mundo de otra manera, que nos de una nueva visión aunque sea parcial, y dejando aparte cualquier otra consideración, es lo que proporciona Bacon. No es lo que enseña, es lo que deja entrever.
Ya nunca, al pasar con el coche, en la cuneta veloz, veremos el cadaver de un perro desollado y ensangrentado de la misma manera, ahora es la imagen de la violencia sin sentido, Bacon nos ha hecho, animalizando la carne humana, volver humana la inocente carne lacerada: perros, zorros, alas que tetricamente saludan desde el asfalto.
Otra imagen que nos ha traido a la cabeza la exposición es la del atropellado en la autopista por el que las ruedas fueron pasando hasta convertirlo en una lámina.
El erizo despierta al fin en su nido de hojas secas,
y acuden a su memoria todas las palabras de su lengua,
que, contando los verbos, son poco más o menos veintisiete.
Luego piensa: El invierno ha terminado,
Soy un erizo, Dos águilas vuelan sobre mí;
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?
Ahí está el río, Es mi territorio, Tengo hambre.
Y vuelve a pensar: Es mi territorio, Tengo hambre,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?
Sin embargo, permanece quieto, como una hoja seca más,
porque aún es mediodía, y una antigua ley
le prohibe las águilas, el sol y los cielos azules.
Pero anochece, desaparecen las águilas, y el erizo,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
Desecha el río y sube por la falda de la montaña,
tan seguro de sus púas como pudo estarlo
un guerrero de su escudo, en Esparta o en Corinto;
Y de pronto atraviesa el límite, la línea
que separa la tierra y la hierba de la nueva carretera,
de un solo paso entra en su tiempo y el mío;
Y como su diccionario universal
no ha sido corregido ni aumentado
en estos últimos siete mil años,
no reconoce las luces de nuestro automóvil,
y ni siquiera se da cuenta de que va a morir.
Bernardo Atxaga
5 comentarios
Vere -
cidraquin -
Vere -
Un abrazo.
Vere -
Charles de Batz -
Salud