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De Vere y Herri Gardens

Mise en abyme

     La memoria se dispara de la forma más inesperada, y en esta ocasión fue al comentar la lectura de un libro de Perec, el gabinete de un aficionado que se va desarrollando en torno a un cuadro :

 

     Lester Nowak emprendía después un análisis detallado del cuadro de Heinrich Kürz, mostrando cómo el joven pintor, para responder al encargo particular de Hermann Raffke, había elaborado una obra que era en sí misma una «verdadera historia de la pintura», «de Pisanello a Turner, de Cranach a Corot, y de Rubens a Cézanne»; cómo había opuesto a esta continui­dad de la tradición europea su propio itinera­rio haciendo figurar sobre la tela diversas obras de la escuela americana (y germano-americana) de la que procedía directamente; y cómo, al fin y sobre todo, había puesto de manifiesto doblemente la importancia estética de este proceso reflexivo sobre su situación de pintor, por una parte, representando en el cen­tro de la tela el propio cuadro que se le había encargado (como si Hermann Raffke, su colección, viera el cuadro que le representaba mirando su colección, o más bien como si él, Heinrich Kürz, pintando un cuadro que re­presentaba una colección de cuadros, viera el cuadro que estaba pintando, a la vez fin y prin­cipio, cuadro en el cuadro y cuadro del cua­dro), «trabajo de espejo al infinito donde, como en las Meninas o en el Autorretrato de Rigaud  conservado en el museo de Perpignan, el mira­do y el que mira no cesan de enfrentarse y confundirse»; y, por otra parte, incorporan­do en el interior de estos reflejos en el se­gundo, en el tercero y en los enésimos grados, dos de sus propios cuadros, uno, obra de juven­tud, que Raffke le había comprado hacía unos años, el otro, un trabajo en proyecto desde hacía mucho tiempo pero aún en estado de esbozo, y cuya «reproducción ficticia» era «en pequeño» como la anticipación de su futuro «resultado».

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     V tuvo la nítida vision de un niño vestido con una bata escolar a rayas blancas y azules que jugando  en el destartalado almacén de la vieja botica, entre morteros y olorosos paquetes de extrañas sustancias etiquetadas con nombres que hacían soñar –sen, casia, ipécacuana- con las cajas de  botellas de aguas médicinales que se apilaban  en el almacén de la botica,  y ante la imagen de un hombre con ropajes vagamente dieciochescos que abraza con amor beodo una botella más grande que él y que repite la imagen,  aparentemente sin fin, por primera vez  se enfrenta con el vértigo que produce el infinito.

H también creía recordar la primera vez que sumergido entre dos espejos paralelos, su imagen se hundía en el abismo.

El abismo de las infinitas repeticiones, la posibilidad de que el confortable suelo ceda ante la sombría marea, por supuesto Borges, su Aleph que era el Aleph :

 

«…vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo. »

 

8 comentarios

anarkasis -

Siempre que visito el Prado, le gasto la misma broma a la sobrina de turno frente a las "mininas" de Velazquez
- ¿Tú quién eres?, ¿el rey o la reina?
- La reina
- Entonces ponte a la izquierda.
desde luego es impresionante lo fácil que te mete en esa falsa situación que te hace entrar dentro, quizás aún más complejo de construcción que el recordarte con una falsa sinestesia Proust esa situación mojando la magdalena, porque la una es más cercana y propia pero yo no soy ni un rey ni una reina del siglo XVII, ni necesito una retahíla de nombres evocadores de un gabinete, simplemente llegas y zas te clavó, te metió dentro como si tocaras un botón.
También como en el "yo robot" (¿era yo robot?) de Asimov, se quedan zombis en situación de peligro.., me quedo absorta mirando los reflejos en el agua dando golpecitos con el dedo en algo, a mi es el agua cristalina la que me quita las pilas del presente,

Charles de Batz -

Mientras disfrutaba este mediodía de una aburrida comida de trabajo, he vuelto sobre lo que leía en esta anotación, trayendo a la memoria de repente, una lectura de esas que quedan a veces perdidas entre los pliegos sucesivos del paso del tiempo. Me refiero a "Funes el Memorioso" que tiene un comienzo que estimo viene algo a cuento de lo que contáis. Es una simple expresión que dice "Lo recuerdo" y luego continua con eso de "yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado".

Recuerdo, esta vez soy yo y no el tal Funes, que en su momento me causó un gran impacto esta lectura.

Recuerdo, sigo siendo yo, que lo leí por segunda vez por un extraño influjo que sentí de volver a esta "Ficciones" tras leer "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" de Sacks, y tan abrumado quedé con todo ello, que durante un tiempo no pasé de leer biografías de revolucionarios franceses.

Leo ahora en wikipedia que lo que tenía el señor Funes era algo que llaman hipermnesia... pero las extrañas relaciones que causan las lecturas, como aquellas que provocan las imágenes que vemos y nos evocan algo, se encierran bajo un nombre que, de conocerlo, estoy seguro que lo hubiera pronunciado muchas veces.

Salud

Charles de Batz -

Al final a todo lo llenamos de referencias propias. Es como lo de la madalena de Proust y la que lió a cuenta de ello. Entiendo que tu has encontrado en esta ocasión la tuya en una botella de agua de Mondáriz, o por lo menos en algo que se le asemeja y a partir de ello, vas creando una extensa geografía en la que, como no, habrá "desiertos del oeste" donde "perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos".

Todo lo que es recuerdo lleva en sí algo de la noción de abismo, en tanto que sentimos cierto vértigo cuando miramos atrás.

Vere -

Volviendo esta noche sobre un libro de Alan Pauls "El factor Borges" En el capítulo "Segunda mano" encuentro: "En "Cuando la ficción vive en la ficción", un artículo de EL Hogar de 1939, Borges, que no piensa renunciar a sus intereses por un aviso de corpiños, despliega para "consumo popular" el problema, a la vez artístico y filosófico, de la "puesta en abismo". "Debo mi primera noción del infinito", dice, "a una gran lata de bizcochos que dio misterio y vértigo a mi niñez. En el costado de ese objeto anormal había una escena japonesa; no recuerdo los niños o guerreros que la formaban, pero sí que en un ángulo de esa imagén la misma figura, y así (a lo menos en potencia) infinitamente...Catorce o quince después, hacia 1921, descubrí en una de las obras de Russell una invención análoga de Josiah Roice." Escribir un ensayo (escribir a secas más bien) es contar como se pasa de una lata de bizcochos a un libro Russell, y sobre todo cómo la lata de bizcochos y el libro de Russell dicen lo mismo, cada uno a su manera, con su propio idioma, lo mismo."
Probablemente, al comentar el libro de Perec, imaginé mi propio recuerdo sobre el libro Pauls y sobre el de Borges.








cuando la ficció

Salamandra -

Para reflejos los que se conseguían con un armario de baño con tres espejos. Eso era el infinito hexagonal.

Vere -

De la música que le doy la tabarra al Herri pero ni caso, a ver si a vosotros...te has repuesto Anarkasis?
Charles, al leer tu libro he recordado un frase de la dedicatoria de "Viajes con una burra" : "todo libro es en un sentido íntimo, una carta abierta dirigida a los amigos del que lo escribe. Sólo ellos captan su significado; encuentran mensajes personales, promesas de amor y manifestaciones de gratitud que se les dejan caer a cada paso. El público no es más que un mecenas generoso que corre con los gastos del correo."
No es que esté del todo de acuerdo, pero es que la generosidad y la amistad impregnan lo que has escrito.

Charles de Batz -

Eso, ¿y la música qué?. Pa mi que han guardado la gramola, y aquí no hay quien eche unos bailables el fin de semana.

Del Gabinete del Perec, guardo un buen recuerdo, aunque mi memoria no alcanza a saber de cuando ni en qué circunstancias, aunque si que tiene la mala fe de avisarme que lo era en unas muy especiales. Sin ser cosa de espejos, las de la memoria también tienen lo suyo.

Quizá eran esas aguas en botella de cristal, las que en una tarde de invierno -o de primavera, que más da- nos mostraron por vez primera lo que era un reflejo, que lo estaba delante podría ser que se encontrara a nuestras espaldas, y que todo podía repetirse tantas veces como pudiéramos imaginar y una más.

¿Recordáis aquellas ediciones de bolsillo de Bruguera?. Eran esas en las que con el tiempo amarilleaba la cola, se secaba y terminaba por convertir al libro en una carpeta con multitud de hojas sueltas... En ellas leí por vez primera a Italo Calvino -su Marcobaldo-, Cortazar, Hesse y, como no a Borges.

Recuerdo, aquí la memoria no se muestra tan esquiva, que era El Hacedor, y recuerdo también que entre las frases que subraye hubo una con la que ya en ese momento sentía una completa afinidad:

"Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, el sabor del café y la prosa de Stevenson"

anarkasis -

intenso y oloroso jardín, que deja acariciar las imágenes infinitas que me impresionan al leer vuestras flores del gabinete de Borges
(que me voy)
bueno, yastoy de vuelta,
¿y la música qué?