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De Vere y Herri Gardens

CATTLEYA DE TRIANA ( Y II )

          Odette la encuentra  “su preferida porque tenían el raro mérito de no parecer flores, sino ser de seda, de raso, “esta parece que la cortado del forro de mi abrigo”dijo a Swann mostrándole cierta orquídea, con un deje de admiración por aquella flor tan chic, por aquella hermana elegante e imprevista que la naturaleza le daba”, digna de su compañía y de compartir su gabinete con bibelots y chinoiseries.

         

          Proust asimila lo humano a lo vegetal. Es consciente de la humanidad como flora, nunca como fauna. (En Proust no hay gatos negros ni perros fieles). Deplora “el tiempo que uno pierde en tapizar la propia vida con una vegetación humana y parasitaria”. La viuda y el hijo del “amateur” de Sidaner que aparecen en el malecón de Malbec como dos ranúnculos en flor. La risa de Albertine, tiene el color y el perfume de un geranio. Gilberte y Odette son lilas, blancas y violetas. La flor y la planta no poseen deseos conscientes, no tienen la menor vergüenza en mostrar sus órganos genitales; y así son también en cierto sentido, los hombres y las mujeres de Proust cuyo deseo es ciego y duro, pero nunca cohibido, nunca anulado en la pura percepción de un sujeto puro.

         

          La flor  (popularmente lirio de mayo) como suele pasar, la había descubierto un miembro de la expedición de Mutis en el S. XVIII, pero lleva su nombre por el horticultor inglés Cattley.         

           En la Exposición Universal de 1.867, Eugenia de Montijo queda prendada de una hermosa flor; José Jerónimo Triana, botánico colombiano agregado a la embajada de París, incluyó esta flor de mayo de su colección particular; la esposa de Napoleón III pidió que ésta fuera subastada  para fines caritativos, alcanzando los 18 000 francos.  Más tarde, Triana recibió una medalla de oro macizo con la efigie del emperador y un trofeo de porcelana que el científico cambió por un bono de 5 000 francos para paliar su estrechez económica. El gusto de la llamada “emperatriz de la moda”, tuvo una influencia decisiva en el devenir de nuestra flor. Más tarde, Colombia inmortalizó su nombre en la designación científica del lirio de mayo, o Cattleyatrianae.

         

          “Subió con Odette al coche de ella y mandó al suyo que los siguiera.

          Odette llevaba en la mano un ramo de catleyas y Swann vio que bajo su pañuelo de encaje, en el pelo había flores de esa misma orquídea prendidas en un airón de plumas de cisne. Bajo la mantilla llevaba una casaca de terciopelo negro que, recogida al bies, mostraba en un amplio triángulo la parte inferior de una falda de falla blanca y dejaba ver un canesú, también de falla blanca, en la abertura del escotado corpiño, donde se hundían más flores de catleyas. Nada más reponerse del susto que Swann le había causado, un obstáculo provocó un extraño del caballo. Fueron bruscamente desplazados, ella había lanzado un grito y permanecía palpitante, sin aliento.    

          “No es nada, dijo él, no tenga miedo”.

          Y la tenía cogida por el hombro, apoyándola contra él para sostenerla; luego le dijo:

           “Ante todo, no me hable, contésteme solo por señas para no sofocarse más. ¿Le importa que le coloque bien las flores del corpiño? Con el choque casi se han salido. Temo que las pierda, voy a metérselas un poco”….

 

           “Sonriendo, Odette apenas se encogió de hombros, como diciendo “qué tonto es usted, ¿no ve que me gusta?”….

 

          Mas era tan tímido con ella que, aunque esa noche terminó poseyéndola después de haber empezado por arreglarle las catleyas, fuese por temor a ofenderla, fuese por miedo a dar retrospectivamente la impresión de haber mentido, fuese por la falta de audacia para formular una exigencia mayor que aquélla (podía repetirla desde el momento en que la primera vez no había molestado a Odette), los días siguientes recurrió al mismo pretexto. Si Odette llevaba catleyas en el escote, le decía: “¡Qué lástima! Esta noche las catleyas no necesitan que nadie las arregle,, no están fuera de su sitio como la otra noche; pero me parece que hay una que no está muy derecha. ¿Puedo ver si huelen más que las otras?” O, si no las llevaba: “¡Ah! Esta noche no hay catleyas, y no podré dedicarme a los pequeños arreglos”. De modo que, durante algún tiempo, no hubo cambio alguno en el orden que había seguido la primera noche, empezando por tocamientos con dedos y labios sobre el pecho de Odette,  y por ellos siguieron comenzando siempre sus caricias; mucho más tarde, cuando arreglar (o el simulacro ritual de arreglo) las catleyas hacía tiempo que había caído en desuso, la metáfora “hacer catleya”, convertida en un simple vocablo que utilizaban de forma inconsciente cuando querían referirse al acto de la posesión física –en el que por lo demás no se posee nada - , sobrevivió, en su lenguaje, a esa costumbre perdida para conmemorarla. Y acaso esa manera particular de decir “hacer el amor” no significaba exactamente lo mismo que sus sinónimos. Por más harto que esté uno de las mujeres, considerar la posesión de las más diferentes como si siempre fueran la misma, ya conocida de antemano, tratándose de mujeres bastante difíciles –o que nosotros tenemos por tales- se vuelve por el contrario un placer nuevo que nos obliga a hacer surgir esa posesión de algún episodio imprevisto de nuestras relaciones con ella, como para Swann fue, la primera vez, el arreglo de las catleyas. Aquella noche, esperaba temblando (pero se decía que, si Odette resultaba víctima de su astucia, no podía adivinarlo) que fuese la posesión de aquella mujer lo que había de salir de entre sus anchos pétalos color malva; y el placer que ya sentía y que Odette, según él, acaso toleraba únicamente porque no lo había reconocido, le parecía, precisamente por eso –como pudo parecer al primer hombre que lo saboreó entre las flores del paraíso terrenal-, un placer que hasta entonces no había existido y que él trataba de crear, un placer –y el nombre especial que le dio conservó su huella- enteramente particular y nuevo.”

 

5 comentarios

Herri -

Manía de estos gabachos con las plantas de bella flor o fruto delicioso; que cuando ellos hacen catleya o van a las fresas, nosotros vamos a la era o como muy refinado las llevamos al huerto.

Vere -

Vailima, menos mal que hay alguien formal entre los comentaristas...nosotros hasta hemos disfrutado con el asunto, el sin nombre y el que los tiene todos nos perdonarán por el ladrillo. Por cierto, también ha colaborado Beckett.
La foto es de la chambre del Proust que está en el museo Carnavalet, con paredes acorchadas (él quería dormir) fue cedida por la fiel Celeste.

anarkasis -

Hola, soy dios.

y, opino igual que el anónimo ese. Cambien de director espiritual.

Anónimo -

"catleyas"
(No hay quien lo pronuncie).

Cambien de director espiritual. La penitencia que les pone con el Proust...
(yo prefiero llevar cilicio)

Queden ustedes ya con dios.

Vailima -

Proust asimilia lo humano a lo vegetal. A este respecto traigo a la memoria a Rilke y sus rosas, su transitividad, su manera de entregarse como ninguna otra o a Juan Ramón Jiménez cuando nos decía:
"No lo toques ya más,
que así es la rosa"
abrazos varios