EL CAÑAMON
Este viernes nos visita el ilustrado Félix María de Samaniego. Como buen hijo de su tiempo parte de su obra permaneció inédita; J. López Barbadillo dio con parte de ella en la iglesia de Espinama, rincón perdido de España que es a la vez Cantabria, Asturias y León; allí encuentra un librillo manuscrito de cuentos burlescos, cuentos endemoniados, cuentos empecatados; pero de diablejos alegres y graciosos; picardía, chiste y zumba, cosa española rancia; pecadillos veniales que hacen sonreír a Dios nuestro Señor, según le comenta el viejo párroco.
Y resulta gracioso que así lo dijera el cura, pues en ellos se nos hace patente el Samaniego anticlerical, pues son los frailes y aun las débiles monjas, quienes aparecen como los más activos en el ejercicio del sexo; que así debía de ser en aquella época, en la que la connivencia amorosa entre las damas y los clérigos era proverbial, como lo atestiguan los datos históricos de la época o la pinta Goya en sus dibujos y grabados. Frailes de todas las órdenes y grados, panzones y lúbricos, rivalizan en sus actividades eróticas: agustinos, carmelitas, franciscanos, benedictinos, trinitarios, jerónimos, capuchinos. Aunque la tribu monacal de San Benito andaba siempre “a tres pies”, parece que los más potentes fueron los discípulos de San Jerónimo, a quienes se les atribuye la famosa “docena del fraile” (y aquí recordamos a Fray Treze), que visto lo visto, no debían ser de huevos como quiere hacernos creer el refranero, aunque lo enmienda con otro: “Fraile y mujer ligera los hallarás dondequiera”.
Como muestra de esta deliciosa colección dejamos este cañamón:
Cierta viuda, joven y devota,
cuyo nombre se sabe y no se anota,
padecía de escrúpulos, de suerte
que a veces la ponía a la muerte.
Un día que se hallaba acometida
de este mal que acababa con su vida,
confesarse dispuso,
y dijo al confesor: -Padre, me acuso
de que ayer, porque soy muy guluzmera,
sin acordarme de que viernes era,
quité del pico a un tordo que mantengo,
jugando, un cañamón que le había dado
y me lo comí yo. Por tal pecado
sobresaltada la conciencia tengo
y no hallo a mi dolor consuelo alguno,
al recordar que quebranté el ayuno.
Díjola el padre: -Hija,
no con melindres venga,
ni por vanos escrúpulos se aflija,
cuando tal vez otros pecados tenga.
Entonces, la devota de mi historia,
después de haber revuelto su memoria,
dijo: -Pues es verdad; la otra mañana
me gozó un fraile de tan buena gana
que, en un momento, con las bragas caídas,
once descargas me tiró seguidas
y, porque está algo gordo el pobrecito,
se fatigó un poquito
y se fue con la pena
de no haber completado la docena.
Oyendo semejante desparpajo,
el cura un brinco dio, soltó dos coces,
y salió por la iglesia dando voces
y diciendo: -¡Carajo!
¡Echarla once y no seguir por gordo!
¡Eso sí es cañamón, y no el del tordo!
7 comentarios
Vailima -
Herri -
Anarkasis, ¡ahora te vas a acoquinar! Que yo ya llevo la docena del monje (en todo el año, creo)
Charles, ¡No sabía nada la comadre de Bath!
Vere -
Charles de Batz -
Como contaba Chaucer en "Las alegres...":
"En los lugares que frecuentaban los elfos, ahora andan los frailes mañana y tarde, musitando sus maitines y santos oficios mientras rondan por el distrito. Por lo que, actualmente, las mujeres pueden pasear tranquilamente junto a arbustos y árboles; un fraile es el único sátiro que encuentran, y todo lo que éste hace es quitarles la honra."
Y es que estos curas se remangaban la sotana con mucha facilidad. Los frailes sátiros que requieren en amores a otros hombres o mujeres son y han sido más frecuentes de lo que la imaginación nos puede llevar a pensar, y esto, hay muchas maneras de comprobarlo.
Delicioso el cañamón de hoy
Vailima -
anarkasis -
Teneos en vuestros intentos malandrines, que nos va a dar la risa, juas.;-)
Vailima -
Hoy es viernes y se os nota.
Por cierto, villanos poetas ¿cuál es vuestra congregación?