LA HUELLA DEL ASFODELO (II)
Dejaron al torvo Barón con sus dudas y siguieron explorando las vastas y desiertas playas de su memoria. El primer nombre que trajo la marea fue el de Orlando, una de esas lecturas de las que no recordaban un eco especial...vagamente que había sido hombre y mujer de forma sucesiva. Tomaron el libro y la primera sorpresa fue que estaba traducido por Borges, la segunda que era una lectura apasionante. Pronto encontraron algo:
“Había concluido una cuadrilla o un minuet, a eso de las seis de la tarde del día siete de enero, cuando vio salir del pabellón de la Embajada Moscovita una figura –mujer o mancebo, porque la túnica suelta y las bombachas al modo ruso equivocaban el sexo- que lo llenó de curiosidad. La persona, cualesquiera que fueran su nombre y su sexo, era de mediana estatura, de forma esbelta, y vestía enteramente de terciopelo color ostra, con bandas de alguna piel verdosa desconocida. Pero esos pormenores estaban oscurecidos por la atracción insólita que la persona entera efundía. Imágenes, metáforas extremas y extravagantes se entrelazaban en su mente. En el espacio de tres segundos la llamó un ananá, un melón un olivo, una esmeralda, un zorro en la nieve –así deliraba, así la miraba. Cuando el muchacho –porque, ¡ay de mí!, un muchacho tenía que ser, no había mujer capaz de patinar con esa rapidez y esa fuerza- pasó en un vuelo junto a él, casi en puntas de pie, Orlando estuvo por arrancarse los pelos al ver que la persona era de su mismo sexo, y que no había posibilidad de un abrazo. Pero el patinador se acercó. Las piernas, las manos, el porte eran los de un muchacho, pero ningún muchacho tuvo jamás esa boca, esos pechos, esos ojos que parecían recién pescados en el fondo del mar. Finalmente se detuvo. Haciendo con suprema gracia una amplia reverencia al Rey, que iba y venía del brazo de algún gentilhombre de cámara, el patinador quedó inmóvil. Estaba al alcance de la mano. Era una mujer.”
Trasladados a la Inglaterra isabelina de la mano traviesa de Virginia Woolf, se divertían entre risotadas sin parar de encontrar hallazgos que compensaban la lectura anterior que ya les parecía talar y con alzacuellos, cuando algo llamó su atención..
5 comentarios
Vere -
Una suerte tener semejantes comentaristas.
Charles de Batz -
Me gusta el cierre, aunque maldigo a los dioses pues quedamos aquí esperando a saber que es lo que asoma llamando vuestra atención.
Salud
Vere -
Ladydark, eso es lo que decíamos, que siempre habíamos pensado lo mismo y nos ha sorprendido leerlo de nuevo; ya me has dejado colgado con lo del francés..
ladydark -
anarkasis -
¡hay si la piya! Virginia Woolf, le hubiera explicado sucintamente los pormenores de su nombre