Cantatrix buxus
Después de porfiar un rato sobre la curiosa costumbre de llamar gaita a un instrumento sin fuelle, siguen divagando sobre la planta de proverbial dureza y resistencia, recuerdan a aquel carpetovetónico y escatológico escritor gallego que dio al mundo su última novela sobre este tema –el de una familia empeñada en construir una casa con vigas de boj- siendo como es un arbolillo que rara vez sube de los dos metros y hasta en sitios muy aislados es difícil encontrar ramas algo más gruesas que un brazo.
H. le recuerda Apronenia Avitia de Pascal Quignard:
"Se llaman buxi esas tablillas especiales, hechas de madera de boj, sobre las que los antiguos anotaban deudas y créditos, nacimientos, desastres y muertes. Apronenia empezó a llevar esa especie de agenda, de efemérides, de recordatorio, de anotaciones diarias, el año de la muerte de Teodosio (395 d.J.C.)"
V. cita a Josefo: “nunquamque senescens cantatrix buxus” -mira, como Chaucer, también le llama cantor-, dice que sea por lo que dura la madera o por la longevidad y verdor perenne del árbol, se ha asociado siempre con la inmortalidad.
De Finisterre saltan a Bretaña, a la Bretaña feudal y antimoderna que imaginó Balzac en BEATRIX:
" Il existe même, chose si rare sur les bords de l'océan que peut-être est-ce la seule exception, un gros buisson de la plante qui a fait créer ce mot. Ce buis, la plus grande curiosité du Croisic, où les arbres ne peuvent pas venir, se trouve à une lieue environ du port, à la pointe la plus avancée de la côte. Sur un des promontoires formés par le granit, et qui s'élèvent au-dessus de la mer à une hauteur où les vagues n'arrivent jamais, même dans les temps les plus furieux, à l'exposition du midi, les caprices diluviens ont pratiqué une marge creuse d'environ quatre pieds de saillie. Dans cette fente, le hasard, ou peut-être l'homme, a mis assez de terre végétale pour qu'un buis ras et fourni, semé par les oiseaux, y ait poussé. La forme des racines indique au moins trois cents ans d'existence. Au-dessous la roche est cassée net. La commotion, dont les traces sont écrites en caractères ineffaçables sur cette côte, a emporté les morceaux de granit je ne sais où. La mer arrive sans rencontrer de rescifs au pied de cette lame, où elle a plus de cinq cents pieds de profondeur ; à l'entour, quelques roches à fleur d'eau, que les bouillonnements de l'écume indiquent, décrivent comme un grand cirque. Il faut un peu de courage et de résolution pour aller jusqu'à la cime de ce petit Gibraltar, dont la tête est presque ronde et d'où quelque coup de vent peut précipiter les curieux dans la mer ou, ce qui serait plus dangereux, sur les roches. Cette sentinelle gigantesque ressemble à ces lanternes de vieux châteaux d'où l'on pouvait prévoir les attaques en embrassant tout le pays ; de là se voient le clocher et les arides cultures du Croisic, les sables et les dunes qui menacent la terre cultivée et qui ont envahi le territoire du bourg de Batz. Quelques vieillards prétendent que, dans des temps fort reculés, il se trouvait un château fort en cet endroit. Les pêcheurs de sardines ont donné un nom à ce rocher, qui se voit de loin en mer ; mais il faut pardonner l'oubli de ce mot breton, aussi difficile à prononcer qu'à retenir.
“Hasta hay allí, cosa tan rara a orillas del Océano, que acaso sea esta la única excepción, un gran matorral de la planta que ha dado lugar a la creación de ese vocablo. Ese matorral, la mayor curiosidad de Croisic, donde no pueden medrar árboles, se encuentra a cosa de una legua del puerto, en la punta más avanzada del litoral. Sobre uno de los promontorios formados por el granito, y que se elevan por encima del mar a una zona donde las olas no alcanzan nunca, ni aun en sus momentos de ímpetu más furioso, cara al mediodía, los caprichos diluviales han abierto una margen hueca de unos cuatro pies de saliente. En esta brecha, el azar o el hombre acaso ha echado bastante tierra vegetal como para que en él haya brotado un boj recortado y compacto, sembrado allí por las aves. La forma de las raíces indica por lo menos trescientos años de existencia. Por debajo está la roca cortada a pico. La conmoción, cuyas huellas quedaron escritas en caracteres indelebles por ese lado, se llevó quien sabe donde los trozos de granito. Llega el mar sin tropezar con arrecifes, al pie de aquella plancha rocosa, donde tiene más de quinientos pies de profundidad; en derredor, algunas rocas a flor de agua que los borbotones de espuma delatan, describen a modo de un gran circo. Algo de valor y de resolución se necesitan para llegar hasta la cima de aquel pequeño Gibraltar, cuya cabeza es casi redonda, y desde donde un golpe de viento puede lanzar al mar a los curiosos o, lo que sería más peligroso aún, contra las rocas. Ese gigantesco centinela semeja esas atalayas de los antiguos castillos desde las que se podían prever los ataques, abarcando un país entero. Se ven desde allí el campanario y las áridas tierras de labranza del Croisic; las arenas y las dunas que amenazan las tierras cultivadas y han invadido el burgo de Batz. Sostiene algunos ancianos que allí, en tiempos muy remotos se levantaba un castillo. Los pescadores de sardina han puesto un nombre a esa roca que se divisa a lo lejos desde el mar; pero debéis perdonarnos el olvido de ese vocablo bretón, tan difícil de pronunciar como de retener.”