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De Vere y Herri Gardens

Cardos

Terminamos la serie del cardo primero con una imagen que se encuentra en ese paraíso de la simbología que es el Jardín de las Delicias, en ella una inquietante planta de cardo no se sabe si acoge o devora a tres personas con aspecto de encontrarse en apuros mientras una flor de tamaño descomunal oscila sobre ellas como un pendón ¿imagen de la expiación?, quien sabe. En segundo lugar con una frase del Cantar de los Cantares: , que se suele traducir  por: como un lirio entre los cardos, así es mi amada entre las jóvenes, que, al menos en negativo, es la referencia más antigua que hemos encontrado.

 

   Sobre esta frase: sicut lilium inter spinas, tiene Palestrina un bello motete que será la música del viernes.


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¿Piratas?

¿Piratas?

Queremos comenzar este año musical con un propósito de enmienda que durará lo que todos aquellos que nos hemos ido haciendo a lo largo de los años. Ciertamente, no es que seamos unos piratas temibles, lo que hacemos algunos viernes es poner un tema musical, pero la SGAE nos perseguiría por ello.

 

   Damos comienzo a este año con una grabación de la que poseemos todos los papeles en regla para no ser enviados a galeras.

 

“Novelette in C  para quinteto de viento” de F.Poulenc, interpretada por alumnos

del Conservatorio Superior de Mallorca, entre los que se encuentra el hijo y ahijado de estos jardineros.


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Cárdeno

   Empezamos el año recuperándonos de los pasados excesos gastronómicos y pelando resfriados, así que nos veis consultando prospectos de medicamentos y entre ellos nos llama la atención una palabra: carminativo, -la primera referencia que nos viene a la cabeza es carmina –como los carmina burana , cantos medievales y efectivamente vemos que carmen en latín es canto, música, poema; otra posible etimología que nos seducía era carmen, por las quintas granadinas, en nuestro recuerdo siempre perfumadas de jazmines- viene del árabe karm –viña o jardín vallado-. Pero, por desgracia, todas las fuentes consultadas coinciden en que proviene del latín carminare –cardar- aunque seguimos sin encontrar una relación clara entre el acto de cardar y la función de ayudar a expulsar gases intestinales que se espera de los fármacos carminativos.

   De cardar nos fuimos a los cardos, porque la cabra tira al monte, y vimos que se ha utilizado una especie denominada cardencha -Dipsacus fullonum para la labor de los pelaires.

   Otra especie a recordar recién terminadas las navidades es el cardo mariano –Sylibum marianum,  muy usado como remedio, su nombre proviene de una leyenda medieval: queriendo la Virgen María esconder a su hijo Jesús de los soldados de Herodes, lo ocultó bajo las hojas de un cardo. Sin embargo, en su precipitada huida dejó algunas gotas de leche sobre sus hojas, dando lugar a su jaspeado.

   Las espinas de los cardos están en relación con su simbología, por ejemplo, un cardo es el emblema de Escocia y antes de la casa Estuardo con el motto: “nemo me impune lacessit” –nadie me hiere impunemente-.

   Hay un autorretrato de Durero que está en el Louvre en el que se representa con un cardo –un cardo corredor- en la mano, que según una interpretación iniciada por Goethe, simbolizar la fidelidad – en alemán se le llama “mannstreu” –“fidelidad de hombre”, además es azul, que es el color de la fidelidad.

   Por último, el cardo está asociado con la pasión y sufrimiento de Cristo, símbolo que se ha trasladado al jilguero –cardelina- conocido por su afición a estas plantas, así en el cuadro de Rafael conocido como La virgen del jilguero, -no del ruiseñor como dice nuestra amiga Vailima,  recientemente restaurado-, un Sanjuanito le ofrece al Niño Jesús este pájaro.

   Para terminar algo que hemos aprendido: creíamos que las dos acepciones de “cardenal”, moratón y prelado estarían relacionados con el color cárdeno –el del cardo- pero sólo es cierto en la primera, en la segunda, el origen es la palabra latina cardo “eje, quicio, gozne” –como en la célebre frase de Tertuliano referida a María “caro cardo salutis”, traducida como  -“carne eje de salvación”.

Txoria hil da

Txoria hil da

   Cuando sus hijos eran  unos niños V y H durante los viajes cantaban todo tipo de canciones infantiles. Un día una de las niñas de V le pide a H que les enseñe una canción en vasco; éste desconcertado, ya que no conoce ninguna canción infantil en euskera, y por no decepcionarla, comienza a cantar “Baga, biga, higa”; las niñas lo aprenden mucho más rápido que su progenitor el “Boga, boga” y desde entonces pasó a ser una de las canciones del repertorio de aquellos viajes.

Hermoso viaje y recorrido el realizado por su autor, al que le hubiera  gustado saber que esta canción con su ritmo onomatopéyico “enganchaba” a los niños, aunque seguramente ya lo sabía.

 

 Mikel Laboa nos deja en un otoño invernal como nos dice en una de las canciones de su último disco:

 

Ai! Txorien hil-beharra neguan!

¡Ay! ¡Cómo tienen que morir los pájaros en invierno!


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El problema con el que todos vivimos

Dice la leyenda que Ron Carter es el contrabajista de jazz que más discos ha grabado, se habla de alrededor de 2.500 colaboraciones. Desde principios de los años 60 ha tocado con la mayoría de las figuras del jazz y con no pocas de otros tipos de música. A sus 71 años se le puede considerar uno de los más versátiles, consumados y experimentados contrabajistas de jazz; su sonido, elegante y limpio como su aspecto, y su creatividad, le ha convertido en uno de los principales, si no el principal, emancipador del contrabajo.

 

   Nació en el estado de Michigan en 1937 y a los 10 años comenzó a tocar el chelo con la intención de seguir la carrera de música clásica. Cuando con 14 años su familia se trasladó a Detroit comenzó a tener problemas para continuar estos estudios; con 17 años es seleccionado para participar en la All-American Youth Orchestra, pero su creador y director Leopold Stokowski (el mismo que dirigió la banda sonora de la maravillosa “Fantasía”) le dice que “la audiencia de la música sinfónica no está todavía realmente preparada para aceptar a músicos negros”. Que ironía, la All-American Youth Orchestra había sido creada el año 40 para combatir la propaganda fascista de Hitler, y entre otras cosas se jactaba de tener un elevado porcentaje de mujeres en sus filas. Carter, a pesar de todo lo que ha conseguido, dice no haber llegado a superar el daño que aquello le hizo.

 

   ¿Alguien duda de porqué el 95% de los negros votó a Obama? Su elección es algo más que un cambio de presidencia republicana a demócrata y también puede ser que éste sea el mayor logro del señor Bush para sociedad estadounidense.


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Ron Carter p por ti.

Verdura de las eras

 

   Nosotros no queríamos poner este post, pensábamos en uno divertido y chispeante, ligero e intranscendente que os hiciera pasar un buen rato; pero fue nuestro amigo José Luis el que insistió: “¿Porqué no ponéis Nannas Lied cantado por Ute Lemper?, nos dio pistas: “La música es de Kurt Weill y la letra de Bertold Brecht”  que además nos tradujo:

   La sola idea de poner uno de los grandes temas del dúo Weill-Brecht, además en la voz de una Ute Lemper cantando lo que mejor sabe hacer, nos bastaba para esta anotación, pero él nos siguió contando que Brecht utilizó en la cínica y tierna canción de la prostituta una frase tomada del poema “Ballade des dames du temps jadis” de Francois Villon:

  

Dites-moi où, n’en quel pays,
Est Flora la belle Romaine,
Archipiades, ni Thais,
Qui fut sa cousine germaine,
Écho parlant quand bruit on mène
Dessus rivière ou sus étang,
Qui beauté eut trop plus qu’humaine.
Mais où sont les neiges d’antan ?

Où est la très sage Hélois,
Pour qui châtré fut et puis moine
Pierre Esbaillart à Saint Denis ?
Pour son amour eut cette essoyne.
Semblablement où est la reine
Qui commanda que Buridan
Fut jeté en un sac en Seine ?
Mais où sont les neiges d’antan ?

La reine Blanche comme lys
Qui chantait à voix de sirène,
Berthe au grand pied, Bietris, Alis,
Haremburgis qui tint le Maine,
Et Jeanne la bonne Lorraine
Qu’Anglais brulèrent à Rouen ;
Où sont-ils, où, Vierge souv’raine ?
Mais où sont les neiges d’antan ?

Prince, n’enquerrez de semaine
Où elles sont, ni de cet an,
Qu’à ce refrain ne vous ramène :
Mais où sont les neiges d’antan ?

   Y que este poema, que el poeta violento y cortés escribiera antes de desaparecer dios sabe en qué lugar, nos remite al tópico medieval de la nostalgia, el ubi sunt, que también reinterpreta el Jorge Manrique de:

¿Qué se hizo el rey Don Juan?
Los Infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿qué se hizo tanto galán,
qué fue de tanta invención
como truxeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
e cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?

   Para quedarnos con la última frase, que con su concisión, nos trae desde el siglo XV ecos de una cultura campesina; hoy quizás diríamos hierbas de las aceras para referirnos a las que nacen sin arraigo y condenadas a mustiarse pronto.


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Ambigüedad

Ambigüedad

   Subían V y H una tarde de verano por la ladera del Jaizkibel bordeando los acantilados de la costa entre tojos y helechos, por un camino pendiente, a ratos escarpado y áspero, otras arenoso; desde arriba y entrecerrando los ojos heridos por el sol poniente se veía medio escondido entre los alisos las ruinas de un viejo molino cubierto por hiedras y lustrosas lianas de nueza, de fondo se escuchaba el mar rompiendo contra las cavitadas rocas ocres y amarillentas. Comentaban los años que hacía que habían subido por primera vez y los cambios que habían ocurrido en su vida; hablaba H  de si tenían algo que ver con los jovenes que habían sido.

  

   Refería V que estaba leyendo un novelón comprado de saldo: "Pierre o las ambigüedades" de Herman Melville, en el que le costaba reconocer al autor de "Moby Dick" porque se trataba de una historia de encendido romanticismo en el que Pierre, un encantador joven heredero, una especie de aristócrata a la americana, se enfrenta a las consecuencias de la parte oscura de su idolatrado padre, fallecido años atrás. La dualidad de su padre, está escenificada por dos retratos, uno, pintura de juventud y otro de madurez; Pierre contempla de forma obsesiva el retrato de juventud de su padre, que para él, representa sus aspectos deconocidos y turbios, y en un momento cree que se dirige a él:

 

 

   Considera en tu mente, Pierre, la posibilidad de unir en una sola las dos personalidades que se te ofrecen. Las esposas fieles tienen cierta tendencia, en su amor desmedido, a crearse una imagen ficticia de su esposo; y las viudas, asimismo leales, se inclinan, en su desmedida veneración, a moldear un fantasma imaginario a partir de la imagen ficticia que se forjaron en vida del entonces desaparecido. Fíjate una vez más en mí, Pierre, soy tu padre en su momento más auténtico. En nuestra época de madurez el mundo nos da una dorada capa de barniz , en la que intervienen como componentes mil muecas, comportamientos adecuados y pulidas finezas; es entonces, Pierre, cuando en cierto sentido abdicamos de nosotros mismos y nos impregnamos de otro yo que no es el auténtico. Durante la juventud somos, pero con el tiempo acabamos por parecer.

 

Just Beyond The River

Just Beyond The River

Pasear sin rumbo por una ciudad desconocida, uno de esos placeres de los viajes; encontrarse perdido sabiendo donde has de volver; ser extranjero de uno mismo, ser el mismo y a la vez otra persona, seguramente más deseable que la que solemos ser.

 

   Puede que tuviera razón Samuel Jonson cuando decía: “De hecho, el tiempo que hemos pasado fuera es delicioso, y a la vez, en cierto sentido instructivo; pero parece apartado de nuestra existencia sustancial y auténtica y nunca se une bien a ella”.

 

  Quizás sea esto lo que hace difícil escribir sobre un viaje; volvemos a casa, a las pocas semanas esas fotos que enseñamos a los amigos confirman que estuvimos allí, un lugar, lo que allí hicimos; pero lo que sentimos al hacerlo, al ver cierto paisaje o aquella obra de arte es vivido como un ensueño, como cuando la niebla nos envolvió y desdibujó la ciudad.

 

   De vuelta en casa nos llega justo del lugar al que hemos viajado, qué ironía, “When The Haar Rolls In”, el último disco de James Yorkston, y esta última niebla más que amortajar nos ilumina.

 


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Catriona (El cuento de Tod Lapraik)

   Tod habitaba junto a la larga vereda que corre al norte del cementerio. Es un paso muy oscuro, misterioso; además, aquella iglesia había tenido mala fama desde los días de Jacobo VI, y los hechizos corrían por allí cuando la Reina navegaba por esos mares; la casa de Tod estaba en el rincón más oscuro, y no era nada agradable para los más precavidos. Tod era tejedor de oficio; su telar estaba en la cocina de la casa. Y allí estaba sentado, muy gordo, muy pálido, con una especie de sonrisa beata que me dio escalofríos. Su mano impelía sin cesar la lanzadera, pero sus ojos estaban cerrados. Lo llamamos por su nombre, le gritamos a su oído muerto, lo sacudimos cogiéndolo por los hombros. ¡Como si nada! Allí continuaba sentado en el trasero, impeliendo la lanzadera, y con el rostro grasiento sonriente.

                               R.L. Stevenson

 

   Puede que sea verdad lo que se dice de que el viaje es siempre interior, que solo vas a ver lo que puedes reconocer. Tuvimos que llegar hasta North Berwick y sorprendernos con los juicios sobre brujas que ocurrieron allí a finales del siglo XVI para releer  a Caro Baroja  y darnos cuenta que estaba allí, en “Las brujas y su mundo” y que era a ese episodio al que se refería  Stevenson en “El cuento de Tod Lopraik” inserto en Catriona. Lo habíamos leído varias veces sin caer en la cuenta en la referencia.

 

   

 

Hacia el Sur

Dudábamos si acercarnos hacia aquel banco, era un buen sitio para descansar pero el haar amenazaba con envolvernos en unos instantes, dimos la vuelta, no queríamos dejar la luz que nos acompañaba; hablábamos de los griots, de la suerte que teníamos de poder escuchar a  Rokia Traoré a pesar de ser mujer y pertenecer a la nobleza, algo que años atrás hubiera sido impensable, la suerte de que sus padres diplomáticos hicieran de su infancia y juventud un aprendizaje de otras culturas, de cómo sigue haciendo música tradicional a pesar de incorporar novedades, de cómo en este último disco que ha publicado, Tchamantché, se acerca más que nunca a quien fue su maestro y valedor, el gran Ali Farka Toure.

 

   Envidiamos a quienes pudieron ir a escucharla ayer en Barcelona.

 


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Catriona

 

   Llegamos a North Berwick en una lluviosa mañana de septiembre, el tren nos dejó en un andén casi desierto y de aspecto rural; en poco tiempo estuvimos en su bahía tormentosa y abierta al Mar del Norte, con antiguas casas multicolores que llegan hasta la playa. Nuestra idea era seguir desde la costa el camino que hace en barca David Balfour, el protagonista de Secuestrado, la novela de Stevenson, que continua en Catriona. En ella David es encarcelado en un islote cercano a la costa - El Bass-:

 

 

   Comenzó a dominar la superficie del mar un tono grisáceo; pequeños toques rosas y rojos, como las brasas de un rescoldo, fueron llegando del este; y al mismo tiempo los alcatraces se despertaron, y se pusieron a gritar en derredor de la cima del Bass. Este no es más que un peñasco, como todo el mundo sabe, si bien lo bastante extenso para labrar en él toda una ciudad, El mar estaba en extremo tranquilo; pero en la base de la peña bullía una profunda resaca. A medida que iba creciendo la luz de la aurora, yo podía distinguir cada vez mejor el paraje: rocas a cordel, pintadas por el fiemo de las aves marinas, como por la escarcha matinal; la escarpada cima verde de hierba, el vuelo de los blancos alcatraces que chillaban a los costados, y la negra, ruinosa estructura de la prisión que se asentaba al borde mismo del acantilado.
De golpe comprendí la verdad.
-¿Es ahí donde me llevan? -grité.
Si, precisamente al Bass amiguito -dijo el hombre- donde los santos de antaño residieron antes que usted; y dudo que hallara usted mejor prisión.

   El sendero sube desde la playa llena de aves marinas, hasta unas praderas, sin más problemas que la falta de señalización y que, por fuerza, hay tramos en los que te encuentras en un campo de golf que llega hasta los cortados costeros por lo que aunque los golfistas son amables, sientes las pelotas silbar rozando tus orejas.
   El Bass se va distinguiendo entre la niebla cada vez más nítidamente, y es cierto que parece nevado por los miles de alcatraces que la habitan. Se aprecian ruinas de edificios y un faro. Al final, empapados y algo asustados, volvimos por un hueco de una cerca, atravesando un camping hasta volver a la antigua iglesia.

A vueltas con la musiquilla

   Quizás alguna vez habíamos oído hablar de ellos pero como tantas cosas que en ese momento no te llaman la atención lo olvidamos. Escuchábamos el disco Morton's Foot de uno de los mejores compositores de música de oud actuales, Rabih Abou-Khallil, nos llamó la atención el canto de  Gavino Murgia y quizás equivocados por el nombre quisimos saber de él; es corso y lo que hacía no era sino cantar de una de las maneras tradicionales de su isla, el canto difónico. Profundizando un poco sobre este tipo de cantos llegamos hasta el pueblo Tuva; este pueblo de pastores mongoles ha desarrollado desde su animismo cultural unos cantos en los que han querido emular el lenguaje de todo aquello que les rodea.

 

   Esta pasada semana en el suplemento cultural de un diario nacional se hablaba sobre la música contemporánea en España; una sección recomendaba veinte discos para introducirse en esta música, uno de ellos, ArteSonado de Fátima Miranda que emplea técnicas de canto de Tuva, el Dhrupad indio o el Thair iraní. Lo antiguo también es lo contemporaneo.

Escila

 Foto: Demetrio Merino A.

 

   En estos días, doblado ya el ferragosto de este trabajoso mes, con Herri de vacaciones, me dedico a pasear mis soledades por los baldíos y secarrales cercanos. Uno siempre se admira de que con estos calores africanos, permanezcan verdes las encinas y aun con sus belloticas madurando; lo demás aguanta como puede: los lentiscos, las jaras mustias y con las hojas abarquilladas, y sólo donde hay un poco de humedad, medran higueras locas o adelfas encendidas. Ya de vuelta, con el sol alto y los perros acezando de sombra en sombra, me encontré con un grupo de varas de flores blancas. No porque sean viejas conocidas sorprenden menos; son escilas -Urginea maritima- también llamadas cebollas albarranas y, mirándolas pienso que ya tengo algo que contar.

   Es un bohordo de hasta metro y medio que brota de una cebolla semienterrada que puede tener el tamaño de la cabeza de un niño y desde tiempo de los egipcios se ha usado como medicinal, hablan de ella Dioscorides y Claudio Eliano que la  recomienda para ahuyentar a los lobos. Las hojas se mustiaron en mayo, así que surge como de la nada en medio del poco pasto seco que va dejando el ganado.

   Sus nombres son toda una provocación contra la que estrellarse: Tiene el nombre   griego de uno de los monstruos que guardaban el estrecho de Mesina y que antes había sido ninfa (Scylla) pero la única relación que se encuentra es que es este nombre griego estría relacionado con las irritaciones de estómago que produce -¿Una metáfora del estrechamiento del píloro?-. Urginea, estaría relacionada con una tribu argelina –Ben Urgin cerca de cuyos territorios se describió. Por último de albarrana, nos dice Corominas que procede del hispano-árabe barrani –extraño, extranjero, con el mismo sentido que Torre Albarrana –la que está situada fuera del recinto amurallado-, esto es, la que se cría fuera del huerto.

  

  Albarráneo me encuentro, con tanto amigo de vacaciones y yo
tan trabajao.

 

Right up the kilts

   Al caer la tarde encontramos a V y H atareados, han vuelto a juntar las piedras tiznadas y los palos que dejó el oleaje por la playa para encender de nuevo la hoguera. Se han enfundado los harapos y soltado las greñas, mientras trabajan se echan tímidas y pícaras miradas de ingenua felicidad. Hacen acopio de cualquier cosa que pueda usarse como instrumento musical: rústicos tambores, la gaita que con tanta dificultad construyeran, frutos huecos y en general, todo lo que sirva para hacer ruido. Sacan también de sus oscuros escondrijos los pellejos llenos del jugo fermentado de las bayas que han recogido; hoy se van a beber el más viejo y reservado.

   Esta noche quieren bailar, cantar y emborracharse a placer, ya son más de dos años los que llevan en la isla y todavía no lo habían celebrado.

   Esperan la embriaguez perfecta, la que resuma tantos años de juergas por garitos portuarios de medio mundo, desde el caribe a los mares del norte.

   A media noche, después de haber repasado y bailado con estrépito las canciones de borrachos; sudorosos y felices, hacen un alto para entonar la vieja canción celta que les recuerda tantas noches memorables: The wild Rover, que en Escocia cantan añadiendo al estribillo :

And it’s no, nay, never,

No nay never no more,

Will I play the wild rover

No never no more.

El grito: ¡Right up the kilts!.

  El espíritu de la canción expresa la alegría de cantar juntos y la tristeza de tener que sentar la cabeza.

 

El mapa perdido de la Isla del Tesoro

El mapa perdido de la Isla del Tesoro

 

   Pero las aventuras de La Isla del Tesoro aún no han terminado. El mapa era la parte principal de la trama. Por ejemplo, llamé a un islote “La isla del esqueleto”, sin saber a qué me refería, buscando únicamente algo que resultase pintoresco de inmediato, y fue para justificar ese nombre por lo que entré en la galería del señor Poe y robé el puntero de Flint. Fue asimismo por haber hecho dos puertos por lo que mandé a La Hispaniola de acá para allá con Israel Hands. Llegó un día que decidieron reeditarlo, y mandé mi manuscrito, y el mapa con él, a los señores Cassell. Las galeradas llegaron, las corregí, pero no tuve noticias del mapa. Escribí para preguntar, y cuando me dijeron que no lo habían recibido, me quedé aterrado. Una cosa es trazar un tema al azar, poner la escala en una esquina inconscientemente, y escribir una historia siguiendo esas indicaciones, y otra muy distinta tener que estudiar un libro entero, hacer un inventario de todas las alusiones contenidas en él y, con un compás, afanarse en trazar un mapa que concuerde con los datos. Lo hice, volví a dibujar el mapa en el estudio de mi padre, y lo adorné con ballenas respirando y barcos navegando; y mi padre contribuyó con la habilidad que tenía para hacer caligrafías diferentes y falsificó minuciosamente la firma del capitán Flint y las indicaciones de navegación de Billy Bones. Pero, no sé por qué, para mí nunca fue La Isla del Tesoro.

   He dicho que el mapa era casi toda la trama. Casi podría decir que lo era por completo. Unos cuantos recuerdos de Poe, Defoe y Washington Irving, un ejemplar de “Los bucaneros” de Johnson, el nombre del Cofre del Hombre Muerto de “At last” de Charles Kingsley, algunas remembranzas de ir en canoa por alta mar, y el propio mapa, con su infinita y elocuente capacidad de sugestión, fueron todos mis materiales. Aunque tal vez no sea muy frecuente que un mapa tenga tal preeminencia en una historia, siempre es importante. El autor debe conocer el paisaje, ya sea real o imaginario, como la palma de su mano; las distancias, los puntos cardinales, el lugar por el que sale el sol, el curso de la luna, nada de ello debería ponerse en duda.

(R. L. Stevenson: Mi primer libro: La Isla del tesoro)

Para Charles, amante de los mapas.

Caribe

Caribe

   Hace unos días estuvimos escuchando, en un concierto de piano solo, al dominicano Michel Camilo con su percusiva y vertiginosa forma de tocar, salpicando sus melodías con ritmos caribeños y armonías de jazz. Obviando la calidad del concierto queremos destacar su humildad y amabilidad, en la cercanía es una persona tan afectuosa y alegre como lo intuimos en el escenario.

  

   Comentábamos luego como él había sembrado el germen del gusto por el jazz en nuestros hijos; fue a través de una película a la que probablemente, por su edad, no hubieran prestado ninguna atención, “Two Much”, la comedia americana de Trueba cuyo final parece una verbena madrileña trasladada a Miami; los músicos tocaban “Caribe”, se engancharon… y allí surgió la semilla. Ellos lo tienen claro, lo mejor de la película los títulos de crédito.

  

   (Al revisar esta secuencia nos damos cuenta de la aparición de alguien muy cercano en este blog)

 

  

  

   Michel Camilo ha dirigido, interpretado y compuesto para orquestas de música clásica, le hemos visto en solitario, en trío de jazz y con orquesta; esperamos que el próximo concierto al que acudamos toque con Tomatito, con quien ha grabado dos discos.

 


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La madre vieja

La madre vieja

 

Caminaban por la orilla del Guadalquivir una lenta tarde de Abril, apartando zarzas por el soto nevado por la alada semilla de los tarajes. Miraban con pena el río, reducido a un hilo de agua y a unos charcos infectos, llenos de légamo negro, comentaban que no hace mucho, te podías bañar en el río e incluso beber de él, que corría limpio en su lecho de cantos rodados.
V. comenzó a contar, al pasar por unas tierras de labor, ahora en barbecho, que a esta zona la llamaban la madre vieja, porque por allí pasaba hace años el antiguo cauce del río y que, en los años de crecida se inundaban hasta el pie de un cortijo cercano, luego, al irse retirando las aguas, se quedaban grandes tablas de agua que, por la forma del terreno, se iban convirtiendo en enormes charcones donde se acumulaban los peces; cuando ya cubría poco, solían meter las piaras de cerdos ibéricos que entonces estaban a montanera, a comer los barbos y las anguilas y la gente acudía para atrapar los peces a mano.
H. decía que debía ser un curioso espectáculo ver a los cerdos hozar en las aguas hirvientes de peces, imaginaba los agudos gruñidos de los puercos, la sangre, el barro, y le parecía una imagen homérica. Recitó: -y, revuelto, arremetió contra Aquiles alzándose furioso y mugiendo con la espuma, la sangre y los cadáveres-.

V. asintió con presteza porque temía que cayera sobre él todo el Canto XXI de la Iliada, pero recitó a su vez otro párrafo de la lucha del rio Escamandro contra Aquiles en la llanura de Troya: -enderezó sus pasos a la llanura inundada por el agua del río, en la cual flotaban cadáveres y hermosas armas de jóvenes muertos en la pelea-.

Los glaucos ojillos de H. sonrieron con picardía porque el nombre del rio le recordaba al poema de Samaniego:

a la margen estaba

del Escamandro undoso;

río que entre sus ondas sanguinoso

arrastró rotos petos y celadas,

a cabezas calientes arrancadas.

En el que un fulano se disfraza de dios del rio para seducir a una doncella lo que a su vez les recuerda la copla que personifica al Guadalquivir como amante rival y dan en pensar como en estas orillas languidecen los ríos pero quizás pervivan los mitos.

Los ángeles ya bailan mambo

Los ángeles ya bailan mambo

   Durante muchos años lo creímos muerto, hasta que el actor Andy García produjo en 1993 el documental “Como su ritmo no hay dos”; ahora le creíamos tocando sus descargas cuando una noticia a destiempo nos habla de la muerte de Israel “Cachao” López el pasado 22 de Marzo.

   Contrabajista excelso; músico imprescindible de la música cubana del siglo XX, él con su grupo rediseñaron el danzón con un final tumbao inventando el mambo; olvidaros del llamado “Rey del mambo” Dámaso Pérez Prado, su verdadero rey es Cachao.

    Junto con Bebo Valdés, Guillermo Barreto, Generoso Jiménez, Perruchín y algún músico más, fueron los pioneros de la improvisación en los ritmos afrocubanos; Cachao llamaba a estas interpretaciones “Descargas”, así nació lo que ahora se conoce como Latin Jazz.

    Cuando en año 2000 vimos la película de Trueba “Calle 54” nos conmovió y emocionó en su interpretación junto a Bebo Valdés de un “Lágrimas negras” tanto como debió emocionar a Diego “El Cigala”.

    Es primavera y está lloviendo, Israel está descargando.

 

 


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Isabel N.

Isabel N.

   Alguien muy querido nos ha traído de Edimburgo unos viejos ejemplares de Stevenson comprados en Pickering’s, una librería de viejo cercana a su casa. Uno de ellos está firmado en la guarda, sobriamente, por Isabel N. Fleming quien, fatigando buscadores, resulta ser una misionera de la Iglesia  de Escocia  que estuvo en Manchuria, con interrupciones, desde 1923 hasta 1947, así que podemos suponer que estos ejemplares de los primeros años del siglo XX, los leería en su juventud- A partir de ahí, podemos fantasear sobre si influiría en ella para marchar a oriente el ejemplo de los mares del sur, y si la exigente y gozosa moral que transmiten tanto la ficción como los ensayos de Stevenson, habría formado parte de un carácter puritano y aventurero.

   Era la época de la guerra civil en China, del Manchukuo. Un país refinado y atroz en el que las potencias combatían. Para nosotros es el cine el que nos da un referente aunque sea pasado por Hollywood, la imaginamos más como una de las misioneras que pueblan la última película de John Ford -“7 women” Siete mujeres- sitiadas en una apartada misión y esperando la llegada de las hordas que llegan como tiburones que han olfateado sangre, que como la sensual esposa de "The bitter tea of  general  Yen"  de Capra…

 

Gurrumino

Gurrumino

                                                             Alfred Kubin El enclenque

   

   Dice Julien Gracq que al leer los diarios de Gide si se esfuerza en hacerlo con los ojos de Paul Valèry, la mirada de un tercero le añade interés y diversión, y se pregunta: "por qué empleamos tan pocos artificios en el ejercicio de la lectura, si en la escritura (paso de la primera a la tercera persona, novela epistolar, falso diario, pseudocuadernos íntimos) no cesamos de inventar otros nuevos".

   Parece responderle Auden cuando dice que las obras literarias sólo admiten unas pocas "finitas" maneras de leerse y que hay un orden jerárquico -unas lecturas son "más verdaderas" que otras, termina diciendo: "Esta es la razón por la que, en una isla desierta, es preferible tener un diccionario a la mayor obra maestra imaginable, pues, en relación con sus lectores, un diccionario es absolutamente pasivo y puede leerse legítimamente de infinitas maneras."

   Esto nos ocurre en muchas ocasiones, uno entra en un diccionario y no sabe por dónde va a salir ni de qué manera. Hoy nos ha ocurrido con la voz gurrumino que en el diccionario de la RAE tiene varias acepciones a cual más despreciativa, 1: Ruin, desmedrado, mezquino 2: Cobarde, pusilánime y la 5 y para nosotros más interesante: Hombre que tiene contemplación excesiva con la mujer propia.

   Como veis, sólo se puede aplicar al género masculino –la mujer no peca de gurrumina- y por supuesto sólo se aplica a la santa, que con amantes y desvaríos, uno puede contemplar hasta el arrobo sin que la academia te incluya en semejante saco de malparidos.

  

Como ínclito ejemplo de gurruminos patrios incluimos la descripción que hace Galdós de Maximiliano Rubín, boticario y esposo cesante de Fortunata en “Fortunata y Jacinta”:

Era de cuerpo pequeño y no bien conformado, tan endeble que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza chata, el pelo lacio y ralo. Cuando estaban juntos él y su hermano Nicolás, a cualquiera que les viese se le ocurriría proponer al segundo que otorgase al primero los pelos que le sobraban. Nicolás se había llevado todo el cabello de la familia, y por esta usurpación pilosa, la cabeza de Maximiliano anunciaba que tendría calva antes de los treinta años. Su piel era lustrosa, fina, cutis de niño con transparencias de mujer desmedrada y clorótica. Tenía el hueso de la nariz hundido y chafado, como si fuera de sustancia blanda y hubiese recibido un golpe, resultando de esto no sólo fealdad sino obstrucciones de respiración nasal, que eran sin duda la causa de que tuviera siempre la boca abierta. Su dentadura había salido con tanta desigualdad que cada pieza estaba, como si dijéramos, donde le daba la gana. Y menos mal si aquellos condenados huesos no le molestaran nunca; ¡pero si tenía el pobrecito cada dolor de muelas que le hacía poner el grito más allá del Cielo! Padecía también de corizas y las empalmaba, de modo que resultaba un coriza crónico, con la pituitaria echando fuego y destilando sin cesar. Como ya iba aprendiendo el oficio, se administraba el yoduro de potasio en todas las formas posibles, y andaba siempre con un canuto en la boca aspirando brea, demonios o no sé qué.

Dígase lo que se quiera, Rubín no tenía ilusión ninguna con la Farmacia. Mas no estaba vacía de aspiraciones altas el alma de aquel joven, tan desfavorecido por la Naturaleza que física y moralmente parecía hecho de sobras. A los dos o tres años de carrera, aquel molusco empezó a sentir vibraciones de hombre, y aquel ciego de nacimiento empezó a entrever las fases grandes y gloriosas del astro de la vida. Vivía doña Lupe en aquella parte del barrio de Salamanca que llamaban Pajaritos. Maximiliano veía desde la ventana de su tercer piso a los alumnos de Estado Mayor, cuando la Escuela estaba en el 40 antiguo de la calle de Serrano; y no hay idea de la admiración que le causaban aquellos jóvenes, ni del arrobamiento que le producía la franja azul en el pantalón, el ros, la levita con las hojas de roble bordadas en el cuello, y la espada... ¡tan chicos algunos y ya con espada! Algunas noches, Maximiliano soñaba que tenía su tizona, bigote y uniforme, y hablaba dormido. Despierto deliraba también, figurándose haber crecido una cuarta, tener las piernas derechas y el cuerpo no tan caído para adelante, imaginándose que se le arreglaba la nariz, que le brotaba el pelo y que se le ponía un empaque marcial como el del más pintado. ¡Qué suerte tan negra! Si él no fuera tan desgarbado de cuerpo y le hubieran puesto a estudiar aquella carrera, ¡cuánto se habría aplicado! Seguramente, a fuerza de sobar los libros, le habría salido el talento, como se saca lumbre a la madera frotándola mucho.